La Ley de nuestro país por fin ha sido modificada. Nuestras mascotas han dejado de tener la consideración de cosas muebles, para pasar a ser “seres vivos dotados de sensibilidad”. Por ello, ya son parte de la familia a ojos de la Ley a pesar de que realmente ya lo eran. En caso de divorcio de los cónyuges, ellos mismos o el juez deberán decidir quién se quedará con las mascotas en común, al igual que con los hijos; con todo lo que implica, también a nivel económico, debiéndose repartir los gastos que generen.